The Order: 1886 es un videojuego en el que te agarras a golpes con hombres lobo.
También es uno en el que disparas armas que ni en la actualidad se
antojan posibles, y ocurre en Londres durante la era victoriana. También es uno que gráficamente resulta sorprendente. Pero también es uno que, después de algunas horas de juego, se puede tornar aburrido debido a un inconsistente diseño de niveles en el que tendrás que recorrer pasillos disparando cual gatillero. Pese a sus defectos, The Order: 1886 es un videojuego que vale la pena jugar.
V de Victoriana
Trato de recordar qué otro videojuego toma la era victoriana como telón de fondo, y no encuentro un ejemplo que funcione. Assassin’s Creed Unity
no cuenta, porque aunque temporalmente encaja, ocurre en territorio
galo durante la revolución francesa, y además, es un videojuego con
muchos defectos. Por eso The Order: 1886 me resultó un juego atractivo. Si jugaste alguno de los juegos de la serie Gears of War no tendrás ningún problema en entender cómo rayos se debe jugar The Order: 1886. Si no, debes saber que se trata de un juego de disparos en tercera persona en el que encontrar un sitio para cubrirse resulta fundamental. Dado que es un juego de disparos, The Order: 1886
centra buena parte de su atractivo en sus armas, que van desde el
clásico revólver o carabina hasta armas ficticias que disparan
explosivos que se encienden al entrar en contacto con un comburente,
mientras que otras lanzan rayos eléctricos que desintegran a los
enemigos. Eventualmente, el juego permite combate cuerpo a cuerpo
caracterizados por algunos quick time events, escenas donde presionar un botón o ejecutar un comando específico en el momento adecuado son fundamentales para sobrevivir.
The Order: 1886 no sería un juego atractivo sin sus
estupendos gráficos. Los primeros cinco minutos de juego dan una buena
idea del estupendo trabajo que Ready at Dawn, el estudio productor, hizo con los gráficos del juego. Hoy por hoy ningún otro videojuego para consola puede presumir mejores visuales que The Order: 1886,
y eso es un logro que vale la pena destacar. Aunque no es un juego
precisamente colorido –la mayor parte de tiempo verás una variada escala
de negros y grises–, The Order: 1886 luce
particularmente atractivo cuando sale de su opacidad y muestra
escenarios más coloridos, como una impactante escena de descenso a un
dirigible.
De la mano de sus estupendos gráficos, The Order: 1886 recrea de estupenda forma la Londres de la era victoriana. Ru Weerasuriya, director de Ready at Dawn, describió que para la realización de la Londres victoriana de The Order: 1886
emplearon aproximadamente 32 mil fotografías de la ciudad. No es una
frase ensayada de mercadotecnia, pues el título presume una asombrosa
dirección artística. Cada escenario, ya sean las húmedas calles de la
ciudad, algún salón elegante o incluso las instalaciones del metro
londinense, luce un nivel de detalle agradable a la vista. The Order: 1886 es uno de esos juegos que pueden disfrutarse aun cuando no se tenga el control en las manos.
Hay otro aspecto destacado. La historia de The Order: 1886 es atractiva, algo que no muchos videojuegos pueden presumir. El juego te pone en el papel de Sir Galahad,
un caballero de La Orden, una organización secreta al servicio de la
reina que resguarda varios secretos históricos. Al mismo tiempo, The Order: 1886
narra una ficción que mezcla elementos históricos –la era victoriana,
el Rey Arturo y el inventor Nikola Tesla– con ficción. Y lo hace de
forma que enfrentar hombres lobo con rifles que disparan rayos
fulminantes no se sienta como una película de bajo presupuesto. Aunque
su historia y personajes caen en clichés, The Order: 1886
cuenta una narrativa interesante a través de –numerosos– cortos que
presumen un soberbio proceso de captura de movimientos y doblaje. La
producción de The Order: 1886 deja precedente sobre cómo deben ser los videojuegos de nueva generación.
Más bonito que divertido
Lástima que The Order: 1886 sea un videojuego más sustancioso al mirarlo que al jugarlo. Al cabo de unas horas recorrer los pasillos de The Order: 1886
resulta monótono pues la mecánica se repite una y otra vez. Avanza
hasta llegar el sitio donde están los malos, despáchalos y continúa
hasta llegar a la segunda escena de acción… una y otra vez. La
inteligencia artificial del juego tampoco favorece la experiencia, pues
la mayor parte del tiempo los enemigos –que siempre te superan en
número– permanecen estáticos en sus posiciones. Por muchos momentos The Order: 1886 se siente como una galería de tiro.
Por otra parte, es evidente que el juego desluce cuando se compara con otros títulos del género. Aunque The Order: 1886
ofrece un balance adecuado entre las escenas de acción y las de
pasividad, cuando comparo el trabajo de Ready at Dawn con otros juegos
–como alguno de la serie Gears of War– es evidente que el diseño de niveles es deficiente. Si visualmente The Order: 1886
luce como una experiencia de vanguardia, jugarlo recuerda a un
videojuego propio de PlayStation 3. Aunque el juego genera una auténtica
sensación de escala –te hace sentir en medio de una gran ciudad–, el
hecho de que sólo haya una ruta para llegar al enemigo hace que el
título se sienta como una experiencia recta en la que, sin importar lo
atractivo de sus escenarios, siempre se irá de un punto A un punto B.
Menos aún hay variaciones en la forma de jugarlo. Todo el tiempo
andarás a pie, y dado que se trata de un videojuego que ocurre durante
la era victoriana no puedo más que pensar en por qué ninguna misión te
pide montar a caballo o disparar a bordo de un carruaje. Cualquier
variación en las mecánicas de juego hubiera dado a The Order: 1886 una sensación de frescura benéfica para el juego. Si al jugarlo sientes que de inicio a fin hiciste lo mismo es porque así fue.
Tampoco abona que el juego recurra tanto a los quick time events. Es una pena que los momentos más espectaculares de The Order: 1886 se limiten a presionar un solo botón en el momento adecuado. Y no se trata de hacer un videojuego complicado de jugar. Los combates cuerpo a cuerpo de The Last of Us
también lucen espectaculares, pero por su mecánica de juego –presionar
botones de forma rítmica– hacen sentir que es uno el que tiene el
control de la situación.
A la orden
Aun con sus defectos, The Order: 1886 es un juego
entretenido que vale la pena jugar. Recorrer sus escenarios y echar un
vistazo a la amplia cantidad de objetos que encuentras a lo largo del
juego –panfletos o cartas, así como las armas o invenciones de Tesla–
resulta sumamente llamativo. Aunque como videojuego The Order: 1886
no es precisamente memorable, la producción de Ready at Dawn ambicionó
con entregar una experiencia de corte cinematográfico, y en ese sentido
es rotundamente exitosa.
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Análisis publicado-origen via http://www.parentesis.com
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